La piel es la primera barrera protectora que tiene nuestro organismo ante amenazas externas como gérmenes, cambios de temperatura, rayos ultravioletas y la pérdida de agua. No obstante, ésta evoluciona desde el nacimiento y es en esta primera etapa donde se presenta más frágil; por ende, donde más resguardos deben existir.
“Las cualidades protectoras de la piel maduran de forma gradual, desde los primeros meses de vida, pasando por la adolescencia y hasta la adultez. En este sentido, la piel de un recién nacido no sólo es de un menor grosor, sino que también es muchísimo más vulnerable y permeable, aún la actividad sebácea no está normalizada, al igual que la actividad sudoral, y hay menos capacidad de protección frente al sol. Vale decir, aun no es capaz de ejercer una función protectora adecuada, haciendo que, además, se deshidrate con mayor facilidad. Ante este panorama, es preciso conocer los cuidados y las afecciones de la piel asociadas a esta etapa de la vida”, menciona Magdalena Galarce, médica de servicios clínicos y farmacéuticos de Farmacias Ahumada.
El tipo de piel del recién nacido varía dependiendo de la duración del embarazo; por ejemplo, los niños prematuros tienen la piel muy delgada y transparente, mientras que uno de término la tiene más gruesa. En estos casos, al nacer la piel es de un color rojizo profundo o púrpura, aclarándose hacia el segundo o tercer día de vida, y volviéndose más seca y escamosa. También hay una mayor reactividad vascular, se enrojece o palidece con más facilidad, notándose cuando el bebé llora (tiende a ponerse roja) o cuando tiene frío (manos y pies de tono morado). “Por eso es importante que, sin la guía del pediatra, los padres no apliquen cualquier tipo de producto a las pieles de sus guaguas. Esto podría generar complicaciones que pueden evitarse, sobre todo en esta etapa tan vulnerable”, añade la doctora.
Las más frecuentes
De acuerdo con Galarce, éstas serían las afecciones más comunes en los primeros meses de vida y que, en muchos casos, sólo requiere de tiempo para que se recuperen.
– Milia: Estos son pequeños puntos de color blanco perlado que aparecen en mentón, las mejillas y nariz de la guagua, pareciendo espinillas (aunque son lisos) y desaparecen dentro de las primeras semanas de vida. “Hay que dejar que desaparezcan de forma natural, sin aplicar presión en la piel o algún componente que pueda dañarla”, enfatiza la especialista.
– Dermatitis del pañal: Se caracteriza por el enrojecimiento e inflamación de la piel en las zonas en contacto con el pañal. Se provoca por sensibilidad y fricción de la piel pero -principalmente- por la humedad constante del pañal y el contacto con la orina y heces por períodos más largos puede empeorarla, pudiendo provocar candidiasis (infección por hongos). La doctora recomienda “cambiar los pañales con frecuencia, la limpieza con agua y jabón, evitando las toallas húmedas con fragancias, y tener mucho cuidado a la hora de secar la zona, junto con el uso de algunas cremas protectoras, que deben ser recomendadas por el pediatra”.
– Costra láctea: Es un tipo de dermatitis seborreica localizada en el cuero cabelludo del bebé. Se trata de manchas escamosas ligeramente rojas o manchas amarillas que, por lo general, desaparecen por sí solas en unas semanas o unos meses. Los cuidados en casa incluyen lavar el cuero cabelludo diariamente con un champú suave, lo que puede ayudar a aflojar y quitar las escamas. Se debe evitar “rascarla” y si la costra láctea no desaparece o parece grave, el pediatra puede sugerir un champú medicado, una loción u otro tratamiento.
– Acné del recién nacido: Se caracteriza por la aparición de pequeños “bultos inflamados” rojos, generalmente en la cara, pero también en cuello, la espalda o el pecho, apareciendo entre la segunda y cuarta semana de vida. “A pesar de que tienen un aspecto de infección, no lo es y no se requiere de tratamiento. Desaparecerán con las semanas”, menciona la especialista.
Por último, Galarce también indica que las manchas de nacimiento no requieren mayor cuidado o tratamiento, en la mayoría de los casos. “Estas marcas pueden desaparecer con los años, o su color se atenúa, aunque a muchos padres suele preocuparles. Podrían ser controladas por el pediatra dependiendo de su tamaño, número, ubicación y tipo (vasculares o pigmentadas), y sólo en algunos casos pueden requerir exámenes, tratamiento o ser tratadas por otro especialista”, señala.
Algunas de estas marcas pueden ser protuberantes y pueden generar incomodidad, dependiendo donde estén ubicadas, o riesgos menores, como los hemangiomas, en caso de ulceración o lesión. Pero, en su mayoría, estas marcas y otras desaparecen con los años y antes de que se llegue a la adolescencia”, indica la doctora. Lo más importante es siempre contar con la asesoría del pediatra, sin aplicar productos que no sean recomendados por el mismo si el recién nacido presenta problemas en la piel.
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