En la compleja trama de la seguridad ciudadana en Latinoamérica, la prevención emerge como el pilar fundamental, aunque a menudo malinterpretado y subestimado. En una región marcada por intereses políticos divergentes, es esencial aclarar la distinción entre prevención y seguridad, reconociendo que ambos conceptos son cruciales para el desarrollo personal y profesional de cualquier ciudadano.
La evolución de nuestra comprensión de la prevención es imperativa. Esta evolución no sólo implica un cambio conceptual, sino una toma de conciencia colectiva sobre el verdadero valor de la prevención y los beneficios tangibles que conlleva para la seguridad.
En este sentido, es crucial comprender que el control del delito no recae exclusivamente en las fuerzas policiales, sino en una red compleja de instituciones públicas, organizaciones no gubernamentales, centros educativos, sistemas judiciales y la sociedad en su conjunto.
En contraste con la antigua noción de que la aplicación estricta de la ley es suficiente para prevenir el delito, hoy nos enfrentamos a una realidad donde la prevención se erige como un arte anticipado. Se trata de adelantarse a los riesgos, amenazas y vulnerabilidades que pueden dar lugar a daños, lesiones y, en última instancia, a pérdidas de vidas.
Las estrategias preventivas, según su ámbito de acción, pueden ser de carácter social, situacional o policial. La prevención social aborda factores estructurales como la pobreza, mientras que la situacional se centra en condiciones ambientales que pueden desencadenar violencia. La prevención policial, por su parte, implica la colaboración de organismos de seguridad pública, municipalidades y el desarrollo de la seguridad privada como actores clave en el mantenimiento de la seguridad pública.
Sin embargo, debemos reconocer nuestras propias deficiencias. A pesar de la relevancia que la seguridad privada ha adquirido en Chile, la legislación sobre esta materia ha permanecido estática durante más de una década. La criminalidad organizada ha encontrado espacio en nuestra sociedad mientras esperamos una legislación que se encuentra en las últimas etapas de tramitación en el Congreso.
La esperanza reside en que esta nueva legislación no sólo responda a las necesidades de seguridad en el ámbito privado, sino que también impulse la profesionalización de la seguridad privada, transformándola de un "trabajo de paso" a una carrera seria. Esto sólo se logrará mediante una educación sólida, capacitación, formación académica y una estructura de carrera que eleve la seguridad privada a un estándar profesional.
La creación de la nueva carrera de Técnico en Seguridad Privada en la IACC es un paso hacia adelante en este proceso. Esta iniciativa busca formar profesionales de la seguridad capaces de enfrentar los desafíos futuros mediante una educación integral y una preparación técnica específica.
En conclusión, la construcción de un entorno seguro en Latinoamérica depende de un enfoque preventivo respaldado por políticas públicas sólidas que consideren la colaboración de diversos actores en el ámbito de la seguridad. En un panorama afectado no solo por la delincuencia común, sino también por el avance incontrolable del narcotráfico y el crimen organizado, es imperativo que la sociedad y sus líderes asuman la responsabilidad de anticiparse a estas amenazas, promoviendo así el bien común en beneficio de todos.
Pedro Valdivia Castillo
Coronel ® de Carabineros
Embajador carrera Técnico en Seguridad Privada, Instituto Profesional IACC