La Fundación Un Alto en el Desierto se ha encargado de cosechar agua para comunidades aisladas en territorios agrestes a través del sistema “Atrapanieblas”, una malla que recoge el elemento vital con un simple proceso para entregarlo de vuelta a la comunidad.
Chile es dueño de un territorio extraordinario y desafiante. Esto ha forjado en sus habitantes un carácter que les permite mirar al futuro de manera global, buscando aportar activamente en materia medioambiental. Esta vocación de futuro y capacidad de innovación permite ofrecer una serie de respuestas al cambio climático, las cuales, como los Atrapanieblas, se reflejan en el documental “Soy la Tierra: historias del fin del mundo”, de Fundación Imagen de Chile.
La pieza audiovisual nos habla a través de distintos casos cómo el país se está posicionando como un actor relevante en la mitigación del cambio climático, la protección del océano y los ecosistemas. El documental consta de diferentes historias donde nos encontramos con la Fundación Un Alto en el Desierto, quienes buscan concientizar sobre el cuidado del agua, en especial en escuelas rurales de la región de Coquimbo, que presentan carencia de agua potable.
Natalia Rebolledo es la Directora Ejecutiva de dicha fundación. Se ha desempeñado como Administradora Pública, es graduada de la Universidad de Chile y por casi una década trabajó en entidades públicas como el Ministerio de Vivienda y el Fondo Nacional de Salud. En el año 2013 y desde la sociedad civil, Natalia decidió forjar una iniciativa de concientización sobre el recurso hídrico. En esta búsqueda su camino se cruzó con un proyecto de recicladores de agua de Ovalle y juntos formaron la Fundación Un Alto en el Desierto, la primera red de cosechadores de agua de Chile, quienes reutilizan este recurso extraído de los atrapanieblas. “Espero que otros lugares repliquen lo que allí se está haciendo, y que cada vez seamos más quienes estemos realizando acciones de conservación del medio ambiente y de adaptación al cambio climático”, afirma Natalia.
La fundación lleva 14 años generando estrategias para que personas y comunidades puedan adaptarse de manera concreta y más rápida al cambio climático. Para esto, han desarrollado un amplio programa de educación ambiental, en el cual los niños y niñas son los verdaderos protagonistas, conformando la primera red de cosechadores y reutilizadores de agua de Chile para enfrentar la sequía y la desertificación.
Esta red está compuesta por 30 escuelas rurales, la cual ha recuperado 2 millones de litros de agua para crear espacios verdes de uso común, e instalado sistemas de acumulación de aguas lluvias, atrapanieblas, rocío y reutilización de aguas grises fabricados por los jóvenes del Liceo Politécnico de Ovalle y operados por ellos mismos.
Un Alto en el Desierto es también responsable del proyecto de los atrapanieblas de la Reserva Ecológica Cerro Grande, en conjunto con la Comunidad Agrícola Peña Blanca, buscando la eficiencia hídrica y el reuso de “aguas grises”.
El Atrapanieblas es un invento chileno patentado por el profesor Carlos Espinosa, quien donó la patente a la UNESCO para que todo el mundo pueda utilizarlo. Funciona captando las nubes y convirtiéndolas en agua, en un proceso donde la nube pasa por la malla rachel y el agua que lleva la nube queda en la malla y es conducida por canaletas y tuberías a un estanque de acopio, por lo que es indispensable que haya niebla y viento.
En Chile, la zona costera es apta para cosechar niebla. De esta forma, en la Reserva Ecológica Cerro Grande el agua de niebla cosechada se utiliza para regar la misma reserva, entregar agua para los animales, hacer cerveza y próximamente agua para consumo humano. Este lugar posee 29 atrapanieblas, en una superficie de 250 metros cuadrados de malla cosechadora de niebla, convirtiéndose en uno de los oasis de niebla más importantes de Chile y la región.
“Sin agua no hay cultivos, la crianza de ganado va disminuyendo, aumenta la migración campo ciudad, los pueblos se van quedando sin niños, las escuelas rurales cada vez tienen menos niños, esto significa que también los pueblos se van muriendo, van envejeciendo. La naturaleza es la que crea el agua, no los seres humanos. Por ende, mirar cómo lo hace la naturaleza nos permite ir replicando esas acciones, como lo hacemos aquí en la Reserva Ecológica Cerro Grande”, aseguró Rebolledo.
Esta cosecha de agua toma real trascendencia para quienes habitan tan agreste territorio. El proyecto demuestra que es posible una adaptación humana al cambio climático, y que con métodos simples se puede regar en el desierto, pero para eso debe existir voluntad, convicción y acción. Trabajo conjunto, que involucra a la comunidad, al sector público y privado, y apoyo internacional. Es importante también, porque además de ser la barrera verde que permite detener el avance del desierto, es el parque de Atrapanieblas más visitado en Chile, donde se realiza educación ambiental al aire libre con ejemplos concretos.
De esta forma, aparece el gran logro de la fundación: detener el avance del desierto. “Nosotros aparte de la cosecha de niebla reciclamos aguas grises (lavamanos, duchas y lavadoras) en escuelas rurales y hogares. Nuestro sueño es ser una barrera verde y humana que permita detener el avance del Desierto en Chile”.
Para Natalia, la misión es clara. “Creo que no podemos detener el cambio climático pero debemos mitigar nuestro impacto y adaptarnos al cambio climático que estamos viviendo. Todos debemos hacer lo más que se pueda, porque las pequeñas acciones si las sumamos todas significan mucho. Siempre nos dicen que nosotros vemos el tema del agua a escala de consumo doméstico, y no es ahí donde se consume más. Sin embargo, es donde más nos está faltando el agua, en los hogares de las personas, y ahí es donde apuntamos nuestra energía en poder optimizar el agua que tenemos”.