Académico de carrera de Trabajo Social, UCEN
Nos enfrentamos al cansancio sostenido, diferentes estados nerviosos desarrollados en el cotidiano, potenciados durante meses en que el vaivén de la pandemia ha invadido nuestras emociones, fomentando la emergencia de una serie de factores de riesgo a nivel físico y mental, que contribuyen a la aparición de enfermedades.
Ejemplo de ello es el aumento de la obesidad, enfermedades de salud mental, tabaquismo, aumento de consumo de alcohol, depresiones, entre otras. Con ello una serie de situaciones que de forma violenta han cruzado nuestras vidas durante este año, donde a pesar de la crisis sanitaria, el quehacer laboral, la diversificación de roles y los distintos procesos de adaptabilidad, han seguido desarrollándose de forma indistinta.
Sin duda hemos sido persistentes, desconociendo en la mayoría de los casos factores asociados a los cambios personales y sociales experimentados. Las situaciones de desequilibrio emocional presentes en nuestro organismo, al filo de exigencias mentales muchas veces autoimpuestas producto del cansancio, la presión, la necesidad de mantener el trabajo y de seguir el ritmo, nos provocan la aparición de afecciones psicosomáticas, que vinculadas al estrés, en la mayoría de los casos agudiza y exacerba las situaciones vividas.
El estrés impacta a todos por igual, no discrimina, no importa la edad, menos raza o nivel socioeconómico. Pero ¿dónde está la diferencia entonces?, se encuentra en el acceso a la salud mental chilena, donde quienes necesitan del sistema público no encuentran respuesta, donde la salud se ha transformado en un bien de consumo escaso para los que se encuentran en situaciones vulnerables, y de lograr salir de sus problemas lo harán desde la contención que otro/a en la misma situación les puede entregar, a través de la automedicación, del consejo en tanto a lo que le resulto al amigo/a, que por suerte consiguió una hora de atención de especialidad y que de forma solidaria repite el tratamiento, al que se accede sin prescripción médica, gatillando que la patología se postergue y agudice un desenlace complejo para la persona y sus cercanos.
La salud mental es una necesidad instalada, que hoy se vuelve más explícita que nunca. Nuestro deber es descubrir causas, formas de prevención y observarla, a partir de las dinámicas en el trabajo, la familia, las relaciones de afectivas de pareja, el contacto con los amigos. El estrés no es la enfermedad en si, tal vez es el síntoma que precede a una sintomatología aguda que, desemboca en el desequilibrio general del cuerpo.
Por ahí dicen que el cuerpo habla, la dificultad radica en el sistema público, que no escucha.