Académico Escuela de Arquitectura y Paisaje, UCEN
A propósito del levantamiento de las cuarentenas en las diferentes comunas del país, hemos vuelto la mirada hacia las calles, plazas y parques que explosivamente se llenaron de carpas, sacos de dormir o frazadas con personas en situación de calle en un número inusitado durante el último periodo. Si bien el retorno a la pseudo normalidad de algunas comunas del país trajo de vuelta la vida en el espacio público, de los deportistas, de los niños jugando, y las familias paseando durante las horas de luz; es en las noches donde se ve el verdadero rostro de estas nuevas ciudades post pandémicas.
Recorriendo dos corredores verdes emblemáticos de Santiago, el parque Forestal y el parque Balmaceda que tienen el factor común de conectarse con la hoy llamada Plaza de la Dignidad; nos encontramos con más de una veintena de carpas y refugios con personas e incluso familias que comenzaron a tener cierta visibilidad hace más de un año con el estallido social y que hoy parecen construir verdaderas comunidades en puntos determinados de este espacio urbano.
Lo que pareció ser parte de un escenario de protesta, tal como vemos en otros contextos con carpas permanentes instaladas frente a la Casa Blanca en Washington, frente al Parlamento de Londres, o en el Zócalo de Ciudad de México; hoy nos revela el verdadero problema estructural de la situación de calle y la carencia de políticas de vivienda que se suma al importante número de allegados sin soluciones habitacionales y a los campamentos que crecen día a día en distintas ciudades chilenas.
Está llegando el verano y con ello mejores condiciones climáticas que nos hacen desviar la atención de los “sin casa” quienes, a vista de los peatones, parecen verse menos afectados a la sombra de un árbol, con algún televisor conectado a la red eléctrica más cercana y con la ropa lavada en el río o la pileta más cercana y colgada en una cuerda entre dos árboles. Pero no nos engañemos, esto no es digno, y lo peor que podemos hacer como sociedad, es acostumbrarnos a este escenario por pensar que hay personas incapaces de incorporarse al sistema. Aquí hay una evidente ausencia del Estado y el espacio público así lo acusa.