Directora Escuela Economía y Negocios UCEN
En un año tremendamente complejo para nuestra economía, por los consabidos efectos de la pandemia y la crisis social que vive el país, a un mes de la Navidad el aguinaldo se ha transformado en un beneficio doblemente anhelado por los trabajadores.
Si bien el pago de aguinaldo es obligatorio para el sector público, en relación con el sector privado no hay legislación que lo consagre, no obstante se entiende que si se ha entregado en periodos anteriores, constituye, entonces, un derecho adquirido por los trabajadores y será obligatorio en la medida que sus montos estén pactados entre las empresas y sus sindicatos.
En el sector público, el aguinaldo de este año alcanzaría a casi 58 mil pesos para quienes tengan un sueldo líquido igual o inferior a 773 mil pesos, en tanto, para aquellos que perciban hasta 2 millones y medio, sería de un poco más de 30 mil pesos. Estos montos son referenciales para las empresas, por lo tanto, entre 30 mil y casi 60 mil pesos oscilaría el aguinaldo para los trabajadores.
Si tomamos en cuenta que ya en Fiestas Patrias disminuyó el número de empresas que entregó este beneficio, es posible que la tendencia se mantenga en Navidad lo que pone una razonable cuota de incertidumbre, sobre todo tomando en cuenta las discretas proyecciones de crecimiento para el país.
Más allá de su voluntariedad u obligatoriedad, el aguinaldo es importante porque permite, además de cierto alivio económico para los trabajadores, la profundización de lazos y la generación de un mejor clima laboral en la empresa. Es un gesto de empatía que no debiera peligrar, menos en pandemia.