Carlos Guajardo
Académico Facultad de Educación, UCEN
Estos días se conocieron las apreciaciones del Ministro de Educación ante la comisión del Senado junto a los comentarios realizados por el presidente del Colegio de Profesores, en esta suerte de obligatoriedad por retornar a las clases presenciales en una pandemia que aún continúa. Más aún, observando otros países de la región y de Europa, que han decidido dar un paso atrás y dar por cerrado definitivamente el año académico 2020.
En Chile, con el denominado “Paso a Paso”, tenemos comunas que continúan en cuarentena y otras que se encuentran en transición. Frente a ello, es complejo entender que algunos establecimientos efectivamente puedan abrir sus puertas (con una cantidad mínima de alumnos por aula) y, por otra parte, con alcaldes que simplemente decidieron cerrar sus establecimientos. Entonces, cuál es la verdadera preocupación, ¿quién toma en cuenta las modificaciones curriculares que los profesores tendrán que hacer a partir de los conocimientos previos que supuestamente han desarrollado los niños?
Quienes nos dedicamos a la educación, las cosas no funcionan así. Un profesor sabe que antes de comenzar una nueva unidad, debe hacer un diagnóstico de sus estudiantes, con tal de no partir a ciegas con los objetivos de aprendizaje que se proyectan en una determinada asignatura. Concluido este hito evaluativo, se podrá planificar la unidad siguiente sin dar por sabido que ya lo sabe todo. Esta acción, para los que no se dedican a la educación puede sonar simple, sin embargo, conlleva un análisis multidisciplinar que involucra a educadores diferenciales, psicólogos, fonoaudiólogos, etc.
No es justo decir que los docentes estamos cómodos desde nuestros hogares en esta modalidad virtual de clases. Muchos se encuentran con licencia médica por agotamiento laboral, ya que además de estar en pantalla con los estudiantes, debemos: revisar informes, trabajos, pruebas, los que se deben hacer hasta altas horas de la noche e incluyendo los fines de semana, el desgaste provoca problemas cervicales y oculares que muchos hemos padecido.
Ser profesor en Chile, implica vocación y ética profesional. Ninguno puede sentirse conforme con que nuestros estudiantes no estén aprendiendo el currículo nacional, y menos, bajo una modalidad que se nos ha impuesto. Hay que estar ‘con los pies en el barro’ para opinar sobre el esfuerzo que hacemos los docentes, incluso a nivel universitario, para que ningún estudiante quede ajeno a recibir una educación equitativa y de calidad.
Pensemos en los profesores antes de tomar decisiones que puedan ser perjudiciales para su propia salud, los docentes también hemos sido parte de la ‘primera línea’ cuando de educación se trata.