Sociólogo y académico UCEN
En pandemia donde se tiene tiempo para renovar nuestro interés por los libros, volvemos a ver como estos objetos refuerzan su condición extraña, porque ayudan a salir del confinamiento al provocar la reflexión o al crear escenas en la imaginación; y son artefactos que viajan por medio de un pago, mientras más dinero se tenga más libros habrá. Se supone.
Según el Informe Estadístico de la Agencia Chilena ISBN de la Cámara Chilena del Libro. En 2019 se registraron 7.204 título, y dicha agencia subrayó que la literatura lideró las inscripciones con un total de 3.114 títulos, lo cual dibujó el 43% del total de libros de ese año. Estos datos confirman que Chile es un país de escritores, tiene dos premios nobel en esta materia: Mistral en 1945 y Neruda en 1971. Pero, ¿Chile es un país de editoriales?
Sí. Chile tiene una historia de agrupaciones basadas en la fraternidad intelectual que producen libros, o bienes simbólicos. Claro que deberíamos llamar: empresas, a esas organizaciones porque estas personas, los editores o editoras, gestionan un proceso que genera riquezas, y esa gestión es la que los define.
En ese sentido, usted lectora o lector, ¿podría decir tres o cuatro nombres de editoriales que, en los últimos tres años, han creado la riqueza en este arte al permitirle a una escritora, escritor o a varios de ellos al mismo tiempo, dar pasos junto a sus libros? Podría decir: “Jahuel” de Alquimia en 2018, “Retrovisor” de Libros de Mentira en 2018 o “El Dylan” de Oxímoron en 2019.
La respuesta no es fácil, la poca o nula propaganda juega en contra de: Das Kapital, Nadar, Del Cardo, Imbunche, Sangría, Ayún, Puro Chile, La Pollera, Cuadro de Tiza, Letra Capital, Pequeño Dios, Asterión, La Calabaza del Diablo, Descontexto, Libros del Perro Negro, Ceibo, Cuneta, Águila Azul, Balmaceda, Nébula y Mono Manco, Ventana Abierta, Una temporada en Isla Negra, Emergencia Narrativa, Monta Cerdos, Grafito, Cinco Ases, Edicola, Ajiaco, Sherezade, Narrativa Punto Aparte, La Polla Literaria, Overol, Estruedomudo, Dibujame, Vía X, Garceta, Laurel, Gol Triste, Sangría, Ocho libros, Oxímoron, Asterión o Eleuterio.
La respuesta no es rápida, quien escribe junto a un grupo de nueve sociólogas y sociólogos, y con el financiamiento de la Universidad Central, ocupamos tres años en explorar ese mundo para comprender el fenómeno más importante: la bibliodiversidad. Este trabajo usted puede leerlo en el artículo: “La experiencia cooperativa como momento editorial en el campo cultural”, el cual ha sido publicado hace pocos días en la revista Psicoperspectivas, en el ejemplar temático llamado: “Las economías solidarias revisadas desde las transformaciones de la subjetividad, la creación de comunidades y la producción de diversidad”. Hay diez artículos en esa revista, todos gratuitos.
Es evidente que el libro tiene una extraña naturaleza, al ser fraguado en lecturas, nunca está acabado, es un compañero para la imaginación de las personas.
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